3. LA RENOVACION DE LA NOVELA EN LOS AÑOS SESENTA: PROCEDIMIENTOS
NARRATIVOS. ALGUNOS NOMBRES
A partir de 1960 comienza a manifestarse signos de cansancio
del realismo dominante en la novela española. Los autores tienen cada vez más
en cuenta las aportaciones de los grandes novelistas extranjeros, y sobre todo,
de la nueva novela hispanoamericana.
El ciclo de la novela
de los sesenta, denominada novela
experimental; se inicia con Martín Santos y Tiempo de silencio,; que presenta nuevas formas narrativas. Son tres las novelas claves para la
consolidación de la corriente: Cinco
horas con Mario; de Delibes, Señas de
identidad; de Juan Goytisolo y Últimas
tardes con Teresa; de Marsé.
La corriente experimental se
interesa por la narración en sí misma, por lo que el relato se convierte en
objeto y fin en sí mismo. Esta construcción da lugar a estructuras complejas
muy elaboradas.
·
El monólogo interior se convierte en el medio
más propicio para mostrar la compleja psicología de los personajes, donde las
ideas se agolpan sin una lógica gramatical.
·
El narrador es externo y se alterna con el
narrador en primera persona.
·
Se mezclan los modos de relato dando especial
importancia al uso del estilo indirecto libre.
·
Se produce también una ruptura con el uso convencional
de los signos de puntuación.
·
La novela se estructura en secuencias sin una
cohesión interna, por lo que la historia entendida como argumento deja de ser
el centro de la novela.
·
La acción es mínima y no porque el autor se
interne profundamente en la caracterización del personaje, sino porque esta se
construye desde una sucesión de anécdotas muchas veces insignificantes.
·
El presente adquiere gran relieve como tempo
narrativo.
·
Se produce un predominio del esteticismo que
busca la belleza expresiva a través de la palabra. Por ello predomina el uso de
la metáfora, de la imagen del cultismo y lo intelectual como ante de minorías.
El gran problema de la novela experimental es que cayó en el “todo vale”,
con la consiguiente pérdida de la calidad literaria de gran parte de los
relatos que se acogieron a esta corriente.
A finales de la década de los
sesenta aparece una nueva tendencia; la generación
del 68, ente los que destacan: Javier Tomeo, Vázquez Montalbán, Molina
Foix, Félix de Azúa...
Las características principales
temáticas son la negación de intervenir sobre la vida pública, así como la
inexistencia de argumento, personajes, espacios o tiempos precisos.
LUIS
MARTÍN SANTOS
Tiempo de silencio abre lo que se denominará como corriente
experimental. En su contenido final, no
deja de ser una novela social porque es una denuncia, pesimista y demoledora de la situación social de la
España de ese tiempo. En la que se realiza una detallada descripción de los
diferentes grupos sociales del Madrid de la época.
Sin embargo no es una denuncia
objetiva, sino cargada de la ideología del autor. Martín Santos ha sustituido
el campo por la ciudad y de ella ha tomando a sus personajes, que son
representativos de las distintas clases sociales.
Presenta una trama simple,
intercalada de múltiples reflexiones de tono culto que acaban por desconcentrar
al lector medio. Por tanto, el relato reclama la atención sobre sí mismo. Por
otro lado destaca el uso de una amplia gama de registros lingüísticos; desde
los vulgarismos hasta la jerga médica.
JUAN
GOYTISOLO
En su evolución narrativa pueden observarse
tres etapas: El realismo poético, el realismo crítico y el experimentalismo.
Su primera etapa, el realismo poético,
que se abre con Juegos de mano y Duelo en el Paraíso; se mueve entre el
compromiso social y una visión idealista del mundo. La esencia de sus novelas
es la infancia como paraíso perdido, tanto como mirada nostálgica como por sus
mismos protagonistas: los niños.
En su etapa intermedia, el realismo
crítico; se intensifica la denuncia social y el objetivismo. Destaca la trilogía El mañana efímero, y dentro de ella; Fiestas, una novela que denuncia la sórdida vida de los habitantes
de las chabolas.
En su última etapa, de carácter
experimentalista, retoma el subjetivismo de su primera época, pero añade
una profunda voluntad experimental e innovadora, lo que supone la destrucción
del lenguaje y una visión pesimista, burlesca y absolutamente negativa de la
España que critica. Esto se aprecia fundamentalmente en la trilogía Álvaro Mendiola (Señas de identidad, Reivindicaciones del conde don Julián y Juan sin
tierra). Destaca sobre todo Señas de
identidad, la primera novela de la trilogía, cuyo eje será la
desmitificación de España. Su protagonista, el alter ego del autor, es un
intelectual exiliado en París con una mirada pesimista y dolorida hacia una
España de cuyas raíces quiere liberarse. Será el regreso de este a España para filmar
un documental sobre la pobreza del sur del país el suceso que provoca en el
protagonista la reflexión que le lleva a reconstruir su vida y a darse cuenta
que cada día se siente más distante de un mundo al que ya no cree pertenecer,
tanto en lo ideológico como en lo moral. Se trata, ante todo, de una novela
social que denuncia, posiblemente de una forma más clara y directa que la
mayoría de las de la década anterior, no ya el clima que se vive en España,
sino la ilegitimidad de la dictaduras franquista.
En cuanto a la forma, aunque gran parte de la
novela presenta una técnica tradicional, aporta variaciones que permiten
superar la corriente de realismo social y abrir nuevos caminos narrativos.
Entre ellas destaca:
·
Se cambia el punto de vista narrativo, lo que supone el fin de la
objetividad absoluta a favor de un narrador omnisciente, formalizado a través
de la primera persona del narrador y protagonista Álvaro Mendiola.
·
Uso de todas las personas gramaticales con distintos fines narrativos.
·
Utilización del francés para reproducir literalmente las
conversaciones que se mantienen en aquella lengua.
·
Uso de distintos registros (coloquialismo, vulgarismo...) y tipos de
lenguaje (informe policial, monólogo interior, folletos de turismo, textos
periodísticos..).
·
Ampliación del espacio más allá de los límites que se fijaba la novela
social.
JUAN
MARSÉ
Desde su primera novela, Encerrados con un solo juguete, Marsé deja claro que su literatura
se va a caracterizar por un enfoque intimista y autobiográfico. Sus grandes
novelas toman como escenario el barrio de su niñez y juventud, el barrio del
Carmelo de Barcelona, presentado como el barrio de los derrotados y los
emigrantes; y el tiempo físico que a ellas corresponde, la Barcelona
posfranquista.
Para Marsé el fin principal de la literatura
es no aburrir al lector, por ello sus novelas, salvo Si te dicen que caí,
responden a una estructura tradicional y sencilla de la trama, en la que la
única dificultad es la mezcla de tiempos, de realidades vividas e imaginadas.
Una característica que afecta mucho más a su última época en novelas como El embrujo de Shangai o Rabos de lagartija.
Destaca dentro de la novela de los años 60 Últimas tardes con Teresa. Esta novela
no es una novela social, aunque se nos describen dos mundos físicamente
próximos, pero socialmente distantes que rechazan cualquier relación que no sea
casual y esporádica; y se nos narra la relación entre los protagonistas: un
joven charnego de extrarradio, condenado al fracaso desde el momento en que
abandona su medio natural; y una joven de familia bien con ideas comunistas en
la Barcelona de los cincuenta. Se trata de una novela tradicional con una
sólida trama y un argumento que, aunque lineal, abusa del flashback y de
ciertas digresiones en el discurso para acentuar aún más la omnisciencia del
narrador.
El gran éxito de la novela es la creación de
Manolo, un personaje complejo que dista mucho de ser lo que aparenta. Por un
lado, sobrevive como ladronzuelo y seductor de criadas y muchachas de barrio.
Pero por debajo existe la intención de buscar otros horizontes para sacrificar
su vida al precio que sea.
Laura Lostao, Silvia Ariño
Laura Lostao, Silvia Ariño

Hay que ceñirse a una exposición de las características, que aparecen bien definidas en el esquema, y a una explicación no muy extensa de las tres novelas a las que alude el epígrafe.
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